La forma de rememorar los sucesos que tenemos siempre me ha sorprendido. Si en el desarrollo como persona nuestro cerebro almacena información como si fuese un disco duro, las emociones se asemejarían a una memoria volátil, porque aunque es difícil que olvidemos cómo escribir o cómo realizar cálculos relativamente complicados, variar o perder ciertos sentimientos con respecto a una persona no lo es tanto. Ese carácter volátil hace que estemos constantemente buscando distintos enfoques, diferentes realidades que experimentar y que nos ayuden a comprender nuestro entorno o a madurar.
Este año no ha servido para menos y he tenido la oportunidad de vivir una realidad muy distinta a la que había estado percibiendo. Tanto que a veces he notado como si hubiese sido desgarrado, y erraba los ojos para dormirme y no despertar. Cómo he ido evolucionando y abriendo de nuevo los ojos ha sido de nuevo gracias a la etérea pero a veces consistente amistad. Las personas, familia y amigos, me han aportado fructíferas conversaciones que jamás en mi habitual solipsismo habrían tenido lugar. Gracias a todos ellos por su paciencia y sencillez .
Del que ha sido, creo que puedo decirlo, el peor año de mi vida (hasta ahora), sintetizo sin embargo momentos absorbentes:
- Tras mi desbandada, huida, evasión, fuga a Madrid, premeditada o no, encuentro allí que al fin y al cabo es posible disfrutar de la vida universitaria, dejando a un lado esa quimera que me acompañaba desde hace tiempo.
- He trabajado en Fnac en verano, encontrándome muy cómodo con los compañeros que tuve.
- Musicalmente me encuentro más creativo, apartando la técnica y buscando el equilibrio entre sensatez y agitación. He tocado con gente, pero como siempre, nada prolongado. Me gustaría tener grupo alguna vez .
- He leído, he visto películas y series y he ido a varios conciertos.
- Sigo con la ilusión de aprender un nuevo idioma, y desde poco tiempo atrás empiezo a serconstante en el estudio.
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